Urge que el cubano en la Isla pueda acceder a un periodismo serio, profundo, veraz, atractivo y cercano a su vida
LA HABANA, Cuba.- Ahora que voceros, plumíferos y amanuenses de la prensa cubana admiten que la verdad los necesita, esperemos que dejen de arribar por los canales de la televisión las miles de toneladas de alimentos para el pueblo, y que las cosechas de viandas, hortalizas y frutas apiladas en los campos de Cuba, no interfieran las señales de la radio nacional o se pudran en las páginas de la prensa plana del país. Que lleguen a la mesa desolada del cubano de a pie.
También sería justo esperar que nos pongan al día de dónde se perdió el vasito de leche para cada cubano que prometió Raúl; quién se comió el cable que con tanto “desinterés” nos envió Chávez para la informatización en Cuba, o por qué pueden ser “ricos” un cantautor, un general o un pelotero, y no un taxista, una cocinera o un vendedor de maní.
Quizás hasta sepamos la razón por la que tantos cubanos son deportados cada semana, en ómnibus o tren, desde la capital del país hacia su provincia de origen, en lugar de conocer con pelos y señales la cifra de africanos que corren igual suerte al arribar a costas europeas, o de los latinoamericanos expulsados de Estados Unidos.
No duden que nos enteremos del porqué, si todos somos iguales ante la ley, sin importar ideología, raza u orientación sexual, aún existen la persecución y el encarcelamiento para quienes se oponen al poder, y miembros de la comunidad LGBTI y personas de la raza negra son excluidos de los espacios de los otros que se declaran fieles a la revolución.
Además, de seguro sabremos con nombres y apellidos el nivel de corrupción de dirigentes y funcionarios de cualquier nivel, más allá de parentela, militancia política u origen social, y hasta seguro podremos conocer por qué unos ciudadanos pueden viajar fuera del país y otros no, o ver un reportaje dominical sobre la marcha pacífica de Las Damas de Blanco.
Quién sabe si hasta comprometidos con esta novedad de conocer que la verdad los necesita, nuestros aguerridos periodistas, voceros de cuanta tragedia, abusos, violaciones y niveles de insatisfacción sufren los habitantes de Perú, Canadá, Nepal, Gabón o Madagascar, deciden, para variar, informarnos sobre lo que sucede en este país.
A lo mejor pedimos demasiado si queremos conocer quién será el gobernante de Cuba en lugar de Raúl; o cómo logran nuestros parlamentarios mantener la unanimidad de criterio —a mano alzada—, para decidir qué debemos comer, vestir o pensar, y cómo sería mejor, más democrático, culto y revolucionario: leer, vivir, soñar, tener, y por supuesto, elegir o votar.
De ahí que me haga tantas ilusiones con la lectura en el Juventud Rebelde del titular “La verdad necesita de nosotros”, lema escogido por la Unión de Periodistas de Cuba (Upec), para presidir el Tercer Encuentro Nacional de Jóvenes Periodistas, dedicado a la jornada por el Día de la Prensa Cubana, que se celebra hasta el día 16 del presente mes.
No obstante, y alertado de los súbitos cambios de “opinión” de los periodistas cubanos, regidos por las musas del Departamento Ideológico del Partido, que a su vez se encuentran a merced del cambio de peinado de Trump, de qué humor está Putin en su gimnasio del Kremlin, o de si Maduro pide agua por señas, espero que comiencen a escribir la verdad.
No la verdad de las mentiras cantada por el trovador cubano Carlos Varela, en la que todo se tergiversa, si no la real, la que vivimos a diario de forma paralela a ese país de Jauja construido con palabras y textos paranormales en las redacciones del bostezo cubanas, donde se cuece una nación de ribetes kafkianos, y se fabrica la moralina revolucionaria.
La urgencia de un periodismo serio, profundo, veraz, atractivo y cercano a la vida de la gente —como el que se les pidió hacer en una asamblea en La Habana—, bien lejos del pachanguero, superficial, manipulador, soporífero y a mil años luz del pueblo que realiza la prensa cubana, requiere, más que de compromiso, de aprobación gubernamental.
Y ojalá esta nueva convocatoria a ser honrados y expresar lo real sobre lo que conviene, no derive hacia ese modelo de la postverdad que, según Víctor Hugo Morales, conduce al periodismo canalla y al periodismo mafioso de las corporaciones, aunque para mí nada los diferencia del periodismo ideológico, pues usan el mismo traje, aunque con diferente color.