Cuando se llevó a cabo el secuestro del piloto argentino Juan Manuel Fangio, el 23 de febrero de 1958, el objetivo que se había trazado la dirección del Movimiento 26 de julio era “impedir que el dictador Fulgencio Batista Saldívar, tratara de demostrar, con otra maniobra publicitaria –como la competencia automovilística Segundo Premio- que en Cuba no pasaba nada”. Ironías del destino, en este momento, 60 años después “el dictador Raúl Castro”, lleva a cabo los mismos ardides propagandísticos, para hacer ver que todo marcha bien en el país.
Para los más jóvenes, quizás no exista ni el recuerdo de quién era este personaje, que murió en 1995 a los 84 años de edad. Es considerado uno de los mejores pilotos de automovilismo de todos los tiempos, fue campeón de Fórmula 1.
Una breve historia de este hecho “terrorista”, ubica a Fangio en el lobby del Hotel Lincoln, cuando un grupo de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de julio, todos armados y con la tarea de detener a tiros a cualquiera que se impusiera en el camino, se llevaron al piloto en un auto Chevrolet del año 1954, y lo condujeron a un apartamento.
La cabeza pensante de la Operación Fangio que es lo mismo que decir “el terrorista mayor”, fue Faustino Pérez que era –en aquel entonces- líder en La Habana del Movimiento 26 de Julio y después se convirtió en ministro de la “Revolución”, que debía llevar anexa la sentencia: “que implantó el terrorismo”.
Esta historia, es una de las muchas que forman parte del pánico que sembraron los hombres de Fidel Castro (léase La Piedra) en todo el país, durante la década de los 50 del siglo pasado; así como de la cantidad de vidas que estuvieron en peligro y otras que se perdieron y que no tenían nada que ver con las cédulas clandestinas y mucho menos con los grupos que habían formado, denominados Acción y Sabotaje, los que se dedicaban entre a poner bombas.
Si comparamos estos delitos que cometían los llamados “revolucionarios”, con los que les imputan a aquellos que llaman “contrarrevolucionarios”, los últimos, no son nada; porque con carteles, gritos de consignas, papel y pluma no se mata a nadie, ni se pone en peligro la vida de cubano alguno.
No obstante, la dictadura ha sido implacable con los que considera enemigos de la “Revolución” y recordando lo que ellos hicieron para tomar el poder, los califica de “terroristas”, “mercenarios”, “vende patrias” y otros epítetos que no son ni reales, ni agradables. Un ejemplo de ellos es “La Primavera Negra”, en la que fueron juzgados de forma sumarísima 75 disidentes y condenados a penas entre 6 y 28 años de privación de libertad. Se les conoció de forma internacional como: “Grupo de los 75”.
En juicios que se celebraron apenas unos días después de haber sido arrestados (del 18 al 20 de marzo de 2003) fueron condenados sin ninguna condescendencia.
Como parte de este grupo, el recuerdo más impactante que tengo fue cuando llegué al Tribunal Municipal de 10 de Octubre, donde se había constituido la Sala de la Seguridad del Estado; me introdujeron en la enfermería y la abogada de la defensa que mi familia había contratado, la Dra. Amelia Rodríguez, se me abrazó llorando y me dijo: “Yo no sé ni de qué te acusan”, pues no les habían proporcionado a los letrados los documentos probatorios de la comisión del delito.
No obstante, el ministro de Relaciones Exteriores actuante Felipe Pérez Roque, en una audición televisa planteó que fuimos al juicio con todas las garantías procesales. Como es natural, acostumbrados a la mentira, estas cosas se dicen sin el menor pudor; ojalá que el defenestrado Pérez Roque que no ha asomado más nunca la cabeza, en algún momento de la historia, que debe estar al llegar, se arrepienta de forma pública de estas y otras declaraciones.
Para la dictadura castrista, pensar diferente es un delito y es suficiente para que te sancionen con años y años de privación de libertad, no les importa el costo, después salen a la palestra pública, como hizo Raúl Castro, diciendo que en Cuba no hay presos por motivos políticos. Sin embargo, de los cubanos inocentes muertos durante toda la etapa anterior a tomar el poder, ni siquiera se habla, porque fueron “delitos” necesarios para obtener la “victoria”, o como diría la mafia: daños colaterales.
La historia de tantos hombres llevados a prisión -incluyendo una mujer- para evitar cualquier forma de expresión, fue muy triste y lo sigue siendo. De ellos siete han muerto, la gran mayoría está en el exilio, en algunos casos separados de sus seres queridos y 9 nos mantenemos en Cuba, en casi su totalidad continuadores de la lucha por la democracia.
Haciendo un parangón entre los delitos que cometían los “revolucionarios” antes de 1959, que no hay dudas eran terroristas, y la forma pacífica de lucha de los que queremos instaurar la democracia en el país, puede afirmarse que los 75 somos inocentes.
La Habana, 20 de marzo de 2018